Por Maricela Kauffmann

‘Es evidente que un arte cuya meta explícita es pintar y analizar la vida contemporánea y cuyo punto de referencia lo constituyen las cambiantes aunque concretas apariencias del mundo de su época se encontrará comprometido más directa y materialmente en las condiciones sociales de su tiempo de lo que un arte que se centrará en los ideales y los símbolos’

Linda Nochlin, 1991.



Alegoría, ficción, metáforas que hacen patente un discurso. Nada más alegórico ni decidor que “Sin Palabras”; el título que reúne la obra reciente del artista Rodrigo González Chamorro. Un artista contemporáneo; un hombre joven golpeado por la contemporaneidad de la realidad nacional. El lenguaje de las pinturas presentadas es claro. No hay imágenes convencionales que nos recreen la realidad, sin embargo cada pieza con sus atributos e iconología simbólica no puede ser más explícita de la realidad que implica y de la cual proviene.



La pintura de Rodrigo González se vincula a la realidad y ofrece una manera para abordar el tema de la corrupción. No es moralizante; analógica y metafóricamente es realista porque se apropia de temas como la transparencia, el medio ambiente, que son emblemáticos de la sociedad civil y los presenta estéticamente, con sentido de oportunidad y pertinencia. El pintor elige expresarse con las manchas que surgen de la mezcla de pigmentos acrílicos con la negritud del tapa-goteras. Cubre las manchas con transparencias de látex. La textura áspera del bramante es el medio artístico para presentar su denuncia, su protesta ciudadana. El artista pondera la crudeza de los materiales, experimenta, y logra reforzar con la técnica, el discurso indicado por los títulos de las obras. En la crudeza de la presentación y en títulos como “En banca rota”, ‘No más’ y ‘Fuera’ radica la veracidad de la obra de Rodrigo González. Esos títulos son el eco de los gritos desesperados de la población por acabar con un estado de cosas que pareciera extenderse de manera inclemente.



La gama de color restringida a los ocres y tierra es simbólica de los acontecimientos sórdidos que el artista presenta. “Frontera” muestra el perfil de la geografía nacional en su límite con Honduras. Los conflictos sobre latitudes y paralelos se muestran silenciados por lo que parece ser una inmensa mancha de petróleo. Después de explorar el devastado paisaje fronterizo, Rodrigo González se mueve al aún más desolado territorio del paisaje político nicaragüense.



“Tres Vías” es el recuento de las opciones políticas. Estas se presentan como franjas oscuras que a pesar del revestimiento no logran ocultar su desgaste y sordidez. En ”No más”, “X”, “Fuera” y “En banca rota”, el artista se refiere a la corrupción, en estos días la característica distintiva de este país. Durante tres meses el artista reunió las noticias de las primeras planas de los diarios para presentarlos a manera de un mural informativo sobre el tema del día en la política nacional. Los títulos son elocuentes interactúan estéticamente con la cruda realidad de nuestra historia política que en los bramantes, como en las calles del país, se presenta con imágenes blanqueadas, anuladas, estigmatizadas. ¡Artefactos políticos, religiosos iconoclastas!



El conjunto se ilumina con tres piezas que como parte de un todo nos enmudecen porque son los emblemas de tres de los actores políticos nacionales: “Azul y Blanco”, “Amarillo y Blanco”, “Rojo y Blanco (sin mancha concebida)”. La bandera azul y blanca luce pisoteada, harapienta, remendada. Ya la habíamos visto de limpia polvo en la Artefactoría. Ese día el artista logró su propósito, la mayoría la pisamos sin siquiera apercibirnos. Los dos últimos cuadros son una alegoría de temáticas fundamentalmente religiosas y católicas. El artista hace un paralelismo interesante entre el acoplamiento histórico, desgastante y sórdido que ha existido entre la institucionalidad política y religiosa. Están hechos uno para el otro, tal para cual. En “Rojo y Blanco (sin mancha concebida)” el artista destaca sobre un fondo rojo un recuadro de pintura blanca chorreada. Es una superficie ‘blanqueada’, un intento de borrón y cuenta nueva.



De repente un título pareciera estar fuera de lugar: “Una Esperanza”. Sobre el bramante una línea brevísima, separa la oscuridad del pasado de la luz que apunta al futuro. Un símil con la sentencia de una juez que pudo por unos días hacernos olvidar el oprobio y fetidez del “estado de derecho”. No hay retórica, es otro tipo de simbolismo, no es la idea convencional de la mitología grecorromana en la que la esperanza es una Virtud. En este país, en esta era, la esperanza es una necesidad personal. En ese sentido los bramantes pintados de Rodrigo González son imágenes no convencionales que de manera consciente o inconsciente expresan la reflexión personal del artista. Sin duda alguna los bramantes pintados ilustran espléndidamente el sentir de una inmensa mayoría de ciudadanos y ciudadanas que compartimos el contenido y repudiamos el contexto que sirve de referente a su arte y mensaje.



Esa apropiación temática del sentir de la sociedad posiciona al artista y su obra. Son piezas innovadoras en lo estilístico y significativas en lo social por que hacen relevante el papel del artista en la sociedad. Son ejemplos de un compromiso significativo con la realidad social del momento, son una apelación a la verdad y una protesta abierta contra condiciones intolerables.



Sin cinismo ni nostalgia. ¡Obras sin palabras!



Maricela Kauffmann, M.A.
La Antigua, 2002.

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